Un espeso humo negro surgió en la mañana argentina de este jueves de la chimenea instalada en el tejado de la Capilla Sixtina, señal de que los 133 cardenales encerrados en su interior fracasaron de nuevo en su misión de escoger al sucesor del papa Francisco.
Las miles de personas congregadas a mediodía en la plaza vaticana de San Pedro acogieron entre aplausos y decepción la segunda fumata negra desde el miércoles por la noche.
"Esto es muy emocionante", aseguró Marcela Tapia, una mexicana de 46 años, quien espera que los cardenales puedan llegar a un acuerdo en las votaciones previstas en la tarde o como "máximo mañana en la mañana".
Hasta la elección del sucesor de Francisco, fallecido el 21 de abril a los 88 años, los "príncipes de la Iglesia" celebrarán dos rondas de votación por la mañana y dos por la tarde.
"Intrigas cardenalicias"
El secretismo envuelve este secular rito que se desarrolla a puerta cerrada en la Capilla Sixtina. Los "príncipes de la Iglesia" permanecen aislados e incomunicados, y juran guardar secreto sobre la elección.
Y es objeto de especulaciones sobre las "intrigas cardenalicias", como titulaba La Stampa en portada, que llevarán a la elección del líder espiritual de 1.400 millones de católicos en el mundo.
La Capilla Sixtina no será un espacio para discursos, debates y negociaciones. Los intercambios se darán durante las comidas o reuniones en la residencia Santa Marta y otras dependencias vaticanas.
Aunque el gran favorito al inicio del cónclave era el italiano Pietro Parolin, quien fue el número dos de Francisco durante su pontificado, la prensa hablaba este jueves de otros papables en ascenso.
Entre estos figura el filipino Pablo Virgilio David, que de ser elegido sería el primer papa asiático, así como los españoles Cristóbal López Romero y Ángel Fernández Artime.
El decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, llamó el miércoles a los purpurados a "mantener la unidad de la Iglesia", en un momento "difícil, complejo y convulso".
Muestra de la solemnidad y complejidad de la elección, los cardenales escriben el nombre de su candidato, doblan su papeleta y la colocan en un plato de plata, ante el fresco del Juicio Final de Miguel Ángel.
Los cardenales deben votar de nuevo en la tarde para escoger al sucesor de Francisco.